La rosa
se despeina al viento.
Cabellera
agitada en el aire glacial.
Cual
rubras centellas, sus melenas,
caen en
procesión.
Sin
sangre en las venas, un filón
de
pétalos rojos, sin aliento,
visten
color invernal.
Rosa
lívida en trajes de azucena.
Gota a
gota fue desangrando
la
savia en torrente carmín.
El
mundo está en anarquía,
vergel
convertido en desierto;
corazón
a cielo abierto.
Oyese
una voz clamando:
que
resucite el jardín.
Rosa
anémica, perdió la lozanía.
Plantada
en el medio de la nada,
con sus
espinas (nadie más tiene),
ella
comparte amarguras de flor.
Pronto esa tristeza desvanece.
Un
dulce canto que enardece,
la hace
sentirse arrullada
y duerme
como un nene.
Rosa
acariciada recupera el color.
Abre
los ojos. Ve su nuevo amigo,
ave sin
techo, ni cobertura.
Aún
implume, pájaro perdido,
que
trae en sus alas una canción,
y en la
garganta, un sol, rincón
donde
el alma encuentra abrigo.
De los
pétalos caídos, con ternura
la Rosa
feliz le hace un nido.
Rosemarie Schossig Torres
Nenhum comentário:
Postar um comentário