Es siempre arriesgado imaginar
tan alto,
para después ir aplastarme en el
suelo,
desarme del real, que rinde mi
anhelo.
Reino sin sal; toma la alegría
de asalto.
¡Sobresalto! la vida se impone
por osmosis.
Instala, ávida, anclas; los
dientes en ristre...
Muerden la faz feliz del sueño,
que desiste.
Restó solo la rutina en molesta
sobredosis.
Mas, entre grietas del marasmo
de concreto,
planto el tal vez con muditas de
quimeras.
El desliz se infiltra en la tez,
gestos de la fiera.
Ya se filtra en su fría mueca un
guiño discreto.
Rosemarie
Schossig Torres
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