
A MI HIJO DANIEL
De alas rotas, ambiguo Serafín,
fue caer justo en mí jardín,
al tropezar en la cola de un cometa.
Tiene más dilemas que fe en la maleta.
Y ahora eclipsa nuestra mente
con su mirar demente.
Querubín, aureola de metal,
decaído y hoy es mortal...
Posee corazón falso, de resina
y una voz de sirena, que alucina.
La sonrisa es enigmática, de pintura.
Mona Lisa que salió de la moldura.
Serafín banido, exiliado.
Imperfecto y desastrado.
No es de este mundo...
Sus ojos desorbitados, profundos,
miran todo, no entienden nada.
Nuestro planeta es su charada.
Angelito travieso. Huyó del cielo,
pues en el Edén armó un revuelo.
Todo porque no cree en el infierno.
Duda de la perfección y del eterno,
desconoce lo que sea pecado.
Por eso se siente tan dislocado.
De ala partida, preso en la tierra.
Aún procura el Paraíso.
Busca en la playa y en la sierra,
va donde sea preciso...
Como no puede más volar,
mi casa ya es su hogar.
Rosemarie Schossig Torres
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