
Te imaginé dulce y noble amigo...
No importaba que fueses invisible.
Te hice con niebla de sueño antiguo.
Compañía y hombro imprescindible.
Después bordé en imaginario satín
las armas de ángel protector, tu arte
de guardar a siete llaves, querubín ,
los corazones heridos en tu baluarte.
Junto forjé el antifaz de felicidad,
que uso, y oculta, por tras de la risa,
esa mi cara apenada, la de verdad.
Cobertura para mi mueca indecisa.
Falta a esa quimera soplo de vida,
como el poeta reverbera en poesía
el aliento de su musa preferida.
¡Pobre de mí! No sé hacer utopías.
Rosemarie Schossig Torres
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