Hay siempre un verso perdido,
tal cual palabras al viento.
Como ese que alguien escribió,
en un papelito mugriento,
pero que al fin se perdió.
O el diminuto poema imperfecto,
que no resistió y fue atropellado
por un otro más bien hecho,
que venía con el, lado a lado.
Después vino aquel medio ruin,
que la memoria del autor apagó.
Idea que nunca llegó al fin.
Oda que en el recuerdo naufragó.
El más triste; aquel que se eyecta,
es el despreciado de los escritos.
Porque el basurero del poeta
es cementerio de versos malditos.
Rosemarie Schossig Torres
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